¿Cuántas veces hemos visto a una madre o a un padre llamando a gritos a su hijo y que éste no le haga ni caso?
¿Cuántas veces nosotros mismos, como padres o madres, nos hemos visto en esta situación?
Educar bien a los hijos es un reto maravilloso pero difícil para el que nadie nos ha dado nunca un curso de formación. Así que hacemos lo que podemos, lo que aprendimos de nuestros padres, lo que hacen nuestros hermanos o amigos con sus hijos, o lo que nos ha funcionado bien con otro de nuestros hijos.
Cada niño tiene su personalidad. Esto significa que lo que funciona con uno de nuestros hijos, no funciona con otro y nos enfadamos, nos frustramos, gritamos, castigamos, nos desanimamos y a veces hasta nos rendimos de puro cansancio. El resultado es que una vez más se sale con la suya.
La desobediencia es algo normal. Se da en todas las personas y en todas las edades. Los adultos también desobecemos y nos justificamos buscando excusas. Así que, si los mayores incumplimos en algunas ocasiones las normas, ¿por qué los más pequeños no lo van a hacer también?
Sin embargo, la desobediencia es uno de los problemas de la conducta infantil que más preocupa a los padres y, desde luego, uno de los que más consultas genera a los profesionales.
¿Cómo se comportan los niños desobedientes?
Decimos que un niño tiene problemas de desobediencia cuando presenta una forma inadecuada de comportarse que se mantiene en el tiempo, que es muy frecuente y se da en distintos ambientes. Puede perjudicar a la relación familiar y al desarrollo persona y académico del niño.
Sin embargo, no todos los problemas tienen la misma gravedad. Por ello, se ha clasificado los problemas en conducta en tres niveles:
Problemas de desobediencia leves. Se les llama la atención constantemente (“no hagas esto”, “tómate el desayuno”, “estate quieto”, “no grites”), no aceptan un no por respuesta y proponen alternativas, no suelen hacer trastadas, pueden tener alguna rabieta y molestar a sus hermanos o a otros niños.
Problemas de conducta moderados. Responden con un no, son caprichosos, hacen travesuras, molestan premeditadamente a los demás, pueden discutir con los padres, en ocasiones insultan y culpan a los demás de su mala conducta.
Problemas de conducta grave. Se encolerizan y tienen rabietas, discusiones con adultos, profesores, se muestran negativistas, desafían, incumplen castigos, hacen trampas, dicen mentiras, acusan a otros, molestan mucho a los demás, pueden ser violentos con los demás, son rencorosos y vengativos.
¿Por qué aparecen estas conductas?
Los niños desobedecen por comodidad, porque les resulta efectivo, por la forma de darles las órdenes o porque no saben exactamente lo que tienen que hacer. También influye el temperamento, la baja tolerancia a la frustración, algunas particularidades de su funcionamiento intelectual y otras características personales.
Unas pautas educativas inadecuadas también son un factor que suele estar asociado a problemas de conducta. Las más frecuentes entre las familias son:
- No hay normas claras y concretas. Damos por supuesto que nuestros hijos ya saben qué tienen que hacer, pero no nos hemos sentado a hablar sobre ello y a establecerlas
- Incoherencia de los padres. Un día se deja que salte en el sofá y otro día lo castigamos por esto.
- El mal comportamiento del niño cambia las decisiones de los padres siendo él el que acaba poniendo las normas.
- Las conductas negativas no tienen consecuencias. Puede que haya muchas amenazas sobre que se van a adoptar determinadas medidas pero después no se llegan a cumplir.
- Los padres no son siempre un buen ejemplo para el niño. Por ejemplo, cuando se discute con la pareja de manera poco educada, cuando reaccionan coléricamente al volante…
- Falta de constancia por parte de los padres debido al cansancio o porque no se mantiene una continuidad en el cuidado del niño
- Falta de acuerdo entre la pareja. El niño debe recibir el mismo mensaje de su papá y de su mamá. A veces quitamos autoridad al otro, o se disculpa la sanción que ha puesto.
- Prestar especial atención cuando el niño se porta mal. Un niño ha llegado a decir: “mi madre solo me hace caso cuando me porto mal”
¿Qué medidas podemos adoptar?
- Tratar al niño con afecto y cariño: no solo hay que querer, también demostrar. Tener muestras de afecto, valorar sus cosas, prestarles atención, dedicarles tiempo…
- Disponer de normas claras y sencillas: cómo tratar a las personas, las cosas, respetar el tiempo, los lugares.
- Tener responsabilidades: autonomía personal, en casa, en el colegio, en la calle…
- Adoptar medidas:
- Recordar la norma o responsabilidad. Lo primero que hay que hacer cuando se infringe una norma es recordarla y exigirle que la lleve a cabo en esa ocasión, si es posible, o en la próxima. Recordarla más de 3 veces puede ser poco efectivo.
- Regañar con buenas palabras y con contundencia. Le decimos qué esperamos y si lo hace compensamos con palabras de estímulo que lo esté haciendo bien.
- Sufrir consecuencias. Si después de recordar y regañar no cumple las normas, debe sufrir las consecuencias adecuadas para su edad.
Los problemas de conducta, incluida la desobediencia, deben tratarse cuanto antes. Si un niño con tres años desobedece a sus padres sin consecuencias o les levanta la mano, no se puede esperar de brazos cruzados a que con el tiempo ese comportamiento desaparezca sin actuar.
Si no se actúa, lo más seguro es que la conducta empeore. Cuanto más pequeños son los niños, menor gravedad suelen presentar los problemas y más fáciles son de corregir, porque en edades tempranas el comportamiento del niño depende mucho más de la actuación de los padres y está en mejor condición para corregirse que cuando son más mayores.
Si utilizando estas técnicas, la cosa no funciona, no se desespere ni se culpe, no sienta que ha fracasado. Ya sabemos que no es fácil. Acuda a un profesional, que para eso estamos. Pero esté seguro de una cosa: el primer paso para el cambio ya lo ha dado.
¡Enhorabuena!
Reseña: información obtenida del libro “Niños desobedientes y otros problemas de conducta”, del autor Jesús Jarque García.
Reseña: información obtenida del libro “La desobediencia del niño que se hace el sordo”, de la autora Cristina Larroy García